Sergio Ortega es fiel usuario de un Volkswagen Worker 17.220 desde el año 2008, profesión quelleva con orgullo y seriedad. Pero además de pasar varias horas al día en la cabina de este exitoso modelo de la marca alemana, Sergio comparte la ruta con un saxo alto con el que ameniza los tiempos libres de su tarea cotidiana y que reconoce no sólo como un instrumento apasionado, sino también también como su terapia del día a día.
Después de desandar durante dos décadas las rutas argentinas y brasileras, Sergio Ortega asegura que ser camionero es su modo de vida. “No podría hacer otra cosa”, dice. Alentado por sus parientes, especialmente un tío que hacía transportes, Sergio comenzó esta pasión a los 17 años. “Estoy entre el volante y el asiento desde hace 20 años. Sólo una vez me quise bajar y tuve que volver. Me encanta estar en la calle, en la ruta, con la gente”, destaca el propietario y conductor de un Volkswagen Worker 17.220.
A pesar de sus años largos de servicio, el camión se luce por un gran estado general. Y la clave está en los sentimientos que Ortega tiene por su herramienta de trabajo: “Es como mi hijo, lo tengo desde 2008, lo compré 0km. Forma parte de mi vida, después de muchos años arriba, nos conocemos. Lo quiero y cuido igual que a un hijo”, remarca.
Para Sergio, el Volkswagen Worker 17.220 tiene características que, desde su óptica, nada debecambiársele. “Lo elegí después de probarlo un tiempo. Me di cuenta de sus bondades cuando mebajé de él, durante un mes. Volví a subirme al Worker por su posición de manejo, una suspensión más blanda y confortable, una buena potencia para lo que hago (transporte de autopartes). Además, es un camión noble que te permite arreglártelas desde la mecánica. La caja que tiene lo hace ágil de abajo, es más ligero respecto a otros camiones, tiene un buen régimen por lo que consume menos y no hace falta forzarlo. Lo anduve con 28 y hasta 29 mil kilos en semis 2+1 y logré un promedio 30 litros cada 100 km. Lo “caminé” por muchos lados y siempre me trajo satisfacciones”.
Incansable trabajador, Sergio Ortega, pasa buena parte de la semana en la cabina del Worker. De lunes a sábado esta es su segunda casa. Y allí en sus tiempos libres despunta otro de su hobbies: la música. Desde hace un año, cuando compró un saxo del año 1978 y empezó a tomar clases, su estadía en las áreas de cargas/descargas de las empresas para las que trabaja, no pasa desapercibida.
“La música es una pasión de chico y siempre quise aprender y tocar algo. Por eso, ahora que tengo más tiempo libre, me compré el saxo que se convirtió en mi segunda pasión después del camión. No me puedo separar de ellos. Mis compañeros me hacen bromas porque cuando vamos al comedor llevo el camión hasta la puerta. Ni loco lo dejo a tres o cuatro cuadras. Tiene que estar ahí, a mi vista, siempre cerca. Incluso, en mi casa, en Avellaneda, lo estaciono debajo de la ventana de mi habitación. Una obsesión que a veces trae algún problema”, cuenta sobre sus “berrinches”.
Hoy Sergio toca para sus compañeros, los que hoy disfrutan de sus progresos, después de aguantar los primeros acordes desafinados. Ahora, con él más avanzado en la materia, otros se animan también a sacar la guitarra o la trompeta. “Somos todos camioneros, nos juntamos y así pasamos el rato”, dice. De todos modos, el saxo y la interpretación de distintas melodías tienen un efecto especial en nuestro “personaje”.
Agradecido por el apoyo de su familia, la que formó en uno de esos tantos viajes a Brasil, confiesa: “cuando les dije del saxo se rieron, pero ahora les gusta. Porque tomé clases y progresé. Para mí es una forma de inculcarles la música también a ellos”, dice el orgulloso padre de cinco hijos. Ya sin más tiempo, Sergio debe volver al camión, pero hay tiempo para una pieza más…